DESPUÉS DE UNA LARGA ESPERA LLEGAMOS AL
FINAL DE NUESTRA NOVELA...
Y AHORA... ¡PODEMOS LEER Y COMPARTIR EL ÚLTIMO CAPÍTULO!
¡A DISFRUTARLO!
"EL CHORIZO VOLADOR"
Desde allí Eguchi había trasladado el chorizo hasta las cercanías del perro y ni bien éste olió ese delicioso aroma, se lanzó a la carrera en su persecución. Eguchi volvió entonces hacia la casa de Dimitri, acompañado por el asombrado Hitoshi que volaba a su lado. Abajo, corriendo y dando saltos desesperados, iba Confuso.
El perro no podía creer que ese rico chorizo pudiera volar a centímetros de su nariz y que él no pudiera alcanzarlo.
Así, con gran destreza, Confuso fue guiado hasta la vereda de la casa de Dimitri.
Finalmente Eguchi se paró sobre el tapial, en espera de que el perro se pusiera a ladrar y alertara a su dueño.
-Allí está de nuevo el chorizo que se fue volando- comentó Dimitri desde el patio. Irina lo miró como si estuviera loco y después miró el chorizo que efectivamente estaba flotando sobre el tapial.
No hubo tiempo para explicaciones.
De pronto una cosa enorme y peluda pasó por arriba del tapial y aterrizó sobre la delicada mesa con copas finas que estaba preparada en el centro del patio...
-¡Confuso!- ladró Nerviosa.
-¡Confuso!- gritó Dimitri.
-¡Confuso!- exclamó Irina confundida.
Los ladridos de alegría de Confuso, las lamidas que le daba a su dueño en la cara, los saltos y gritos de Nerviosa, las carcajadas de Dimitri y el chorizo que regresó sólo a la parrilla, desconcertaron un tanto a Irina.
Poco a poco volvió la calma y entre Irina y Dimitri pudieron rearmar la mesa.
El asado no parecía ser el mejor del mundo pero a Irina le pareció muy rico, a Nerviosa bastante pasable y a Confuso el más exquisito que se hubiera hecho jamás en la historia del mundo.
También sentados a la mesa, pero invisibles, los dos ángeles disfrutaron de la comida.
Eguchi le enseñó a Hitoshi a concentrar su mente hasta límites increíbles, como para poder tomar con las manos un pedazo de carne y comerlo. Estaban sentados uno en cada extremo de la mesa.
Acaso porque sólo podían prestar atención a la felicidad del reencuentro, a Confuso y a Nerviosa no les resultaba demasiado llamativo ver pasar flotando ante sus ojos pequeños trozos de carne en dirección a los extremos de la mesa.
Tampoco era un problema para Dimitri e Irina. Él porque no sabía demasiado sobre cómo se comporta la carne asada y ella porque estaba ocupada en mirarlo a él a los ojos.
-Hitoshi- dijo Eguchi, golpeándose la panza satisfecho-, creo que ya es hora de practicar arco y flecha.
-Estaba pensando lo mismo- dijo Hitoshi, sonriendo.
Fueron dos perfectos flechazos que dieron de lleno en los corazones de Nerviosa y Confuso.
Desde entonces el asado del domingo fue una cita obligada para esta extraña familia compuesta por humanos, animales y ángeles.
FIN
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