"CAPERUSATOR"...
BUENO... AQUÍ VA...
CAPERUCITA ROJA
Estando una mañana haciendo el bobole entró un hambre espantosa al Señor Lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la Abuela.
—¿Puedo pasar, Señora?, —preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando:—¡Este me come de un bocado!.
pensando:—¡Este me come de un bocado!.
Y, claro, no se había equivocado:
se convirtió la Abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
se convirtió la Abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
Lo malo es que era flaca y tan huesuda
que al Lobo no le fue de gran ayuda:
que al Lobo no le fue de gran ayuda:
—Sigo teniendo un hambre aterradora…
¡Tendré que merendarme otra señora!.
¡Tendré que merendarme otra señora!.
Y, al no encontrar ninguna en la heladera,
gruñó con impaciencia aquella fiera:
gruñó con impaciencia aquella fiera:
…que así llamaba al Bosque la alimaña,
creyéndose en Brasil y no en España.
creyéndose en Brasil y no en España.
Y porque no se viera su fiereza,
se disfrazó de abuela con presteza,
se dio laca en las uñas y en el pelo,
se puso la gran falda gris de vuelo,
zapatos, sombrerito, una chaqueta
y se sentó en espera de la nieta.
se disfrazó de abuela con presteza,
se dio laca en las uñas y en el pelo,
se puso la gran falda gris de vuelo,
zapatos, sombrerito, una chaqueta
y se sentó en espera de la nieta.
Llegó por fin Caperu a mediodía
y dijo: —¿Cómo estás, abuela mía?
y dijo: —¿Cómo estás, abuela mía?
Por cierto, ¡Me impresionan tus orejas!.
—Para mejor oírte, que las viejas—
¡Abuelita, qué ojos tan grandes tienes!”.
—Para mejor oírte, que las viejas—
¡Abuelita, qué ojos tan grandes tienes!”.
—Claro, hijita,
son las lentillas nuevas que me ha puesto
para que pueda verte Don Ernesto,
el oculista,—dijo el animal
mirándola con gesto angelical,
mientras se le ocurría que la chica,
iba a saberle mil veces más rica
que el rancho precedente.
son las lentillas nuevas que me ha puesto
para que pueda verte Don Ernesto,
el oculista,—dijo el animal
mirándola con gesto angelical,
mientras se le ocurría que la chica,
iba a saberle mil veces más rica
que el rancho precedente.
De repente
Caperucita dijo: —¡Qué imponente
abrigo de piel llevas este invierno!”.
Caperucita dijo: —¡Qué imponente
abrigo de piel llevas este invierno!”.
El Lobo, estupefacto, dijo: —¡Un cuerno!
O no sabes el cuento o tú me mientes:
¡Ahora te toca hablarme de mis dientes!
O no sabes el cuento o tú me mientes:
¡Ahora te toca hablarme de mis dientes!
¿Me estás tomando el pelo…?
Oye, mocosa,
te comeré ahora mismo y a otra cosa”.
Pero ella se sentó en un canapé
y se sacó un revólver del corsé,
con calma apuntó bien a la cabeza
y -¡Pam!- allí cayó la buena pieza.
Oye, mocosa,
te comeré ahora mismo y a otra cosa”.
Pero ella se sentó en un canapé
y se sacó un revólver del corsé,
con calma apuntó bien a la cabeza
y -¡Pam!- allí cayó la buena pieza.
Al poco tiempo vi a Caperucita
cruzando por el Bosque…¡Pobrecita!
¿Sabéis lo que llevaba colocado?
Pues nada menos que un tapado
que a mí me pareció de piel de un lobo
que estuvo una mañana haciendo el bobo.
cruzando por el Bosque…¡Pobrecita!
¿Sabéis lo que llevaba colocado?
Pues nada menos que un tapado
que a mí me pareció de piel de un lobo
que estuvo una mañana haciendo el bobo.
ROALD DAHL
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